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lunes, 27 de agosto de 2012

LOS INMORTALES Por: Gilberto Haaz Diez



Acertijos



*La muerte es el comienzo de la inmortalidad. Camelot.
LOS INMORTALES
 
Ahora la vida nos cuesta un huevo, y la mitad del otro. Las granjas de pollos avivan a las crías y los huevos por las nubes. Malo para uno que acostumbra, cuando da hambre, pedir en L’ Orbe de Orizaba unos huevos a la Liabeny, el afamado hotel-restaurante de la calle Salud 3 en Madrid, donde tienen al mejor Concierge del mundo, el buen Pedro Sotelo, te consigue desde un boleto Real Madrid-Barcelona, en fila de privilegio, hasta un Airbus, por si lo quieres rentar.
Es la crisis mexicana del huevo. Raro, porque en México siempre se han tenido muchos huevos, leo un reportaje en la revista semanal ‘El País’, del basquetbol.
Se reconoce que cada deporte ha tenido sus grandes estrellas, sus inmortales.
El karateca Bruce Lee habló de ella, de la inmortalidad: “La clave para la inmortalidad es principalmente vivir una vida que valga la pena recordar”.
En los deportes, los inmortales ocupan los salones de la fama. Por la noche, como la cinta de ‘Una noche en el museo’, muy seguro sus espíritus cobran vida, llegan y allí se encuentran para dialogar lo que en sus tiempos dejaron como marcas inmortales: Ruth, Di Maggio, Lou Gherigh, Micky Mantle y Roger Maris. Todos inmortales.
El basquetbol ha tenido a varios, pero sólo uno sobresale. Michael Jordan. Conocido como ‘Air Jordan’ por sus vuelos de más de dos metros de impulso del suelo. De él se han escrito libros y recogido frases. La más conocida: “He fallado más de 9000 tiros en mi carrera. He perdido casi 300 juegos. 26 veces han confiado en mí para tomar el tiro que ganaba el juego y lo he fallado. He fracasado una y otra vez en mi vida y eso es por lo que tengo éxito”.
Del basquetbol era el reportaje. Después de Jordan, han pisado la cancha tres herederos. Disputan aquel legado de eternidad. Lebron James, que mide 2.03 metros, quien llevó a Heats Miami al triunfo y a la gloria en campeonato pasado. Este Lebron, de 27 años, podría haber sido uno de aquel gran Dream Team de Barcelona 92, el de Jordan, Magic, Ewin, Malone,  Barkley, Larry Bird, Scottie Pipen, jamás ojo humano volverá a ver reunidos a tantas estrellas, cuyo paso fue invicto en esa olimpiada y el más cercano rival que se les acercó, quedaron a 30 puntos abajo.
Lebron es el cuarto deportista que más dinero factura en el mundo, 43 millones de euros al año, según Forbes. Los otros tres son, el boxeador Mayweather y Pacquiao y el golfista Tiger Woods. A estos quisiera dirigirlos algún día Fallo Cuenca, que no jugó a nada y dirige el deporte de los veracruzanos. Antes de entrar a la profesional, Lebron ya había firmado con la compañía de zapatos Nike, un contratito por 73 millones de euros, por lo que pudiera ofrecerse.
El más novato de esa tercia del reportaje es Kevin Durant.
Y el otro, a quien muchos ya ven en campaña de despedida, es Kobe Bryant,  el jugador de Lakers de Los Ángeles, heredero sin duda de Jordan, él solito y su alma encestó 81 puntos en un juego, para situarse en el segundo mejor anotador de la historia.
El basquetbol es mágico. Jordan lo dijo: “Todo se resume en una sentencia muy sencilla: existen buenas y malas maneras de hacer las cosas. Usted puede practicar el tiro ocho horas diarias, pero si la técnica es errónea, sólo se convertirá en un individuo que es bueno para tirar mal”.
 
50 AÑOS SIN ELLA
 
Hace 50 años, en una residencia de un condado de Los Ángeles, moría Marilyn. Moría ella y nacía un icono a la inmortalidad, su leyenda. Hace 50 años el mundo era otro. No existía el Internet ni las redes sociales y los presidentes, como el de Camelot, John F. Kennedy, gobernaban a sus anchas y a su placer. Marilyn murió para inmortalizarse. No hay día que la prensa no le dedique una línea, no hay día que esta mujer, según Forbes, sea el tercer famoso fallecido que más dinero genere, solo debajo de Elvis Presley y Michael Jackson. De todo lo que he leído de ella, escogí un texto con el permiso de su autor, Manuel Vicent. Se me hace el mejor homenaje a la gran Marilyn Monroe:
“Nora Barnacle, la mujer de James Joyce, nació en Galway, una ciudad asomada a los acantilados del oeste de Irlanda. En su casa convertida en un pequeño museo, entre otras tarjetas, folletos y carteles de recuerdo los visitantes pueden comprar una foto de Marilyn Monroe leyendo el Ulises, la más intrincada cumbre de la literatura universal. La foto está hecha en Long Island, Nueva York, en 1954. Marilyn aparece sentada en un tobogán de la playa, en un traje de baño explosivo, con los labios entreabiertos, embebida en la lectura, con la mirada de miope un poco perdida en la página. Tiene el pesado volumen de tapas duras apoyado en las rodillas, abierto por el último capítulo en el que Molly Bloom a altas horas de la madrugada, mientras espera a su marido en la cama, libera toda suerte de pensamientos obscenos en el famoso monólogo interior. Por la expresión de su rostro se nota que Marilyn ni entiende lo que lee ni le importa nada lo que le pasa a esa mujer. En el momento en que se hizo esta foto Marilyn estaba enamorada de Arthur Miller, con el que ya vivía una pasión clandestina. No creo que este dramaturgo la forzara a leer el Ulises de Joyce, una cima tan difícil de escalar, para medir el nivel de su inteligencia. Parece más bien que la propia Marilyn se hubiera impuesto el reto de llegar hasta el final del libro para demostrar que era capaz de realizar semejante hazaña, bien por amor o por hambre desordenada de cultura. El sacrificio de leer el Ulises de Joyce, sin importarle nada, sólo tenía sentido como inmolación ante aquel amante al que creía superior, pero Marilyn sabía de la vida más que Joyce, más que Molly Bloom y más que el propio Miller. Fue una niña abandonada por su madre, una adolescente violada, una chica de calendario para camioneros, que pasó de los brazos del bruto y celoso héroe nacional Joe di Maggio a los de Arthur Miller, un judío intelectual neoyorquino, convertida siempre en pieza de caza mayor, para acabar zarandeada por dos ciervos de catorce puntas de la familia Kennedy hasta la muerte. En esta tarjeta postal Marilyn parece dispuesta a sorber todo el fluido interior de Molly Bloom que arrastra grumos lascivos de su subconsciente abierto a un sexo cenagoso. No obstante, a Marilyn se la ve pura, perdida, transparente, sometida a una prueba inútil: tener que leer el Ulises de Joyce para presentarse ante el amante intelectual con la lección aprendida, cuando ella se la sabía de memoria sin literatura simplemente por haberla vivido” . (Manuel Vicent)
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com

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